La pintura italiana va a
ser la primera en interesarse claramente por la luz como elemento pictórico y
también va a ser difusora de las ideas católicas reforzadas por el Concilio de
Trento dentro del programa de la Contrarreforma.
Aquí podemos encontrar dos
corrientes principales: el realismo de Caravaggio y el eclecticismo clasicista
de Annibale Carracci. A pesar de ser dos movimientos aparentemente opuestos
tienen en común la búsqueda de los medios visuales y la naturaleza óptica de su
pintura.
Michelangelo Merisi (1571-1610)
llamado el Caravaggio, comienza en Roma su actividad artística en torno a 1592.
Ésta presenta unas características tan opuestas a las de la pintura de su época
que muy pronto va a ocasionar una gran polémica.
En sus primeras obras deja
claro que lo primordial para él es la representación de la realidad, sin
sistemas preconcebidos de representación. Caravaggio intenta así acercar al
creyente al hecho religioso de forma natural. Los tipos humanos representados
por él son hombres y mujeres corrientes encuadrados en escenas cotidianas. En
sus primeras obras vemos plasmada esta pronta aspiración suya como en la Magdalena
penitente, una joven y llorosa aldeana enmarcada en una sencilla
habitación de la que apenas tenemos alguna referencia. Gusta de los motivos
humildes e inclusos de la fealdad y la pobreza.
Su carácter irascible le
llevó a la cárcel en repetidas ocasiones. Desdeñaba los modelos clásicos y
alegaba que la naturaleza le proporcionaba infinitos maestros. Sus obras
religiosas, con aspecto de escenas populares, resultaron escandalosas e
irreverentes.
Caravaggio va a evitar la
profundidad en su pintura y la perspectiva y se concentra en sus figuras que
bañadas por una potente luz, resaltan con una poderosa energía sobre el fondo
oscuro. A esta forma de captar las luces con fuertes contrastes de luces y sombras
(claroscuros) se la conoce como tenebrismo y Caravaggio fue su creador y gran
maestro.
A menudo la sensación de
profundidad viene dada por violentos escorzos en las figuras, situadas a su vez
en composiciones forzadas con puntos de vista hasta ahora inusuales por su
audacia. Sus contornos se marcan nítidamente diferenciando a Caravaggio de
otros pintores barrocos como Rembrandt o Velázquez.
Sus primeras obras
presentan una paleta más clara y un estilo aún no definido como en La
Buenaventura o en Baco.
Aunque en estas obras no encontramos aún el tenebrismo hay una marcada
tendencia al claroscuro.
En el Baco enfermo, posible autorretrato, o
en Joven con cesta de frutas podemos observar ya la afición de Caravaggio a
introducir objetos cotidianos con un realismo casi fotográfico en un claro precedente de un nuevo género pictórico: el
bodegón. Pinturas como La cena de Emaús o El amor victorioso demuestran
su gusto por la pintura de género.
El descanso en la Huida a Egipto es una escena en un paisaje donde, a pesar de que
el realismo no sea tan acusado, incluso lleno de colorido y lirismo, vemos
claramente la distancia con el Renacimiento que ha quedado atrás.
Su viaje a Roma significó
un cambio en su pintura: su luz se vuelve más oscura y se concentra en rostros
y manos dejando amplias zonas del cuadro sumidas en plena oscuridad. Llegamos
al pleno tenebrismo.
En esta etapa pinta La
vocación de San Mateo en la iglesia de San Luis de los Franceses, tema
religioso aunque el espectador no lo capte a primera vista: parece una imple
escena de taberna con personajes vestidos a la moda de entonces alrededor de
una mesa de juego. Tratada como una escena costumbrista, pretende acercar la
religión al creyente. La composición resulta bastante estática, marcando una línea
horizontal.
El grupo principal se halla fuertemente iluminado y unido al grupo
de la derecha por el brazo de Cristo y el fondo totalmente neutro. Pero lo
importante en la escena es el papel que juega en ella la luz: la escena está
iluminada por dos focos exteriores, que procedentes de la derecha, no distribuyen
la luz de forma uniforme si no en manchas, acusándose mucho los contrastes con
la sombra. Esta forma de tratar la luz tiene un doble objetivo: por un lado
consigue realzar las figuras, haciendo evidentes y expresivos sus gestos y los
objetos, dejando oscurecido lo secundario de la escena; por otro lado ayuda a
dramatizar el contenido del cuadro, con Cristo y Pedro llega un haz de luz en
diagonal, elemento barroco, que a la vez es luz y gracia divina y que se
proyecta especialmente sobre Mateo al que va a convertir. En la misma iglesia
romana encontramos La inspiración de San Mateo y El martirio de San Mateo.
De características
parecidas son los lienzos de la iglesia
de Santa María del Poppolo: La
crucifixión de San Pedro y la Conversión
de San Pablo en el camino a Damasco.
Aunque ambas se desarrollan al aire libre, tienen evidentes recursos
tenebristas, cuidando mucho el detalle con afán de acercar al espectador al
tema religioso. Coloca personajes en violentos escorzos y recoge detalles de
naturalismo exacerbado.
Tanto en estas últimas
obras como en El entierro de Cristo escoge para la composición un momento poco
usual y difícil, en su afán de plasmar lo fugitivo, algo muy típico del Barroco.
En El
entierro de Cristo los personajes muestran los sentimientos ante la
muerte con diversas reacciones. Los colores cálidos, contrastando con el
espacio en la oscuridad, resaltan monumentalmente las figuras especialmente la
anatomía de Cristo, inspirado en Migue Ángel. El punto de vista bajo sitúa al
espectador con el espacio de la fosa, rompiendo así las barreras entre el
cuadro y la realidad, como había hecho también El Greco.
En su etapa romana pinta
también La duda de Santo Tomás.
Para su obra La
muerte de la Virgen (1605-1610) escoge como modelo a una mujer ahogada
en el Tíber. Este hecho provocó un escándalo y supuso el rechazo de la obra, no
por el comitente si no por los monjes a quien iba dirigida, y también del autor, que huye de Roma tras un asesinato Refleja con todo
lujo de detalles a la mujer ahogada con el vientre hinchado y el rostro
abotargado. Los demás personajes son apóstoles y María Magdalena que solloza
junto al cuerpo de la Virgen. El claroscuro es brusco, iluminando las partes
expresivas, la luz estructura la composición, entrando en diagonal y reforzando
esa diagonal por la cortina roja.
En Nápoles, a donde huyó,
su fama y sus obras dieron lugar a una escuela pictórica en la que destacó el
español José Ribera. Aquí pintó obras
como La flagelación de Cristo o El martirio de San Andrés o Adolfo de
Wignacourt. En ellos se intensifican
los contrastes lumínicos y conjuga un realismo monumental con suavidad en los
tonos para aumentar el dramatismo.
Su arte creó escuela no
solo entre italianos si no europeos y españoles.
A la vez que el realismo
de Caravaggio surge otra tendencia que recoge la tradición renacentista y que
se ha denominado Eclecticismo clasicista.
En Bolonia, ciudad culta y universitaria, con una burguesía que prefiere una
belleza intelectualizada e idealizada, surge la Academia degli Incamminati o de
los Encaminados (encaminados de alcanzar la perfección ) como centro de
formación pictórica. Creada por los hermanos Agostino y Annibale Carracci, la
academia se convierte en una importante centro cultural, artístico y
científico.
Annibale Carracci (1560-1609)
En eclecticismo pictórico
, que busca gracia, fuerza muscular, tiene en Miguel Ángel, Rafael o
Tiziano sus mejores ejemplos a seguir y
en Annibale Carracci su principal representante.
Carracci trabajó en
escenas religiosas pero es llamado a Roma por el cardenal Odoardo Farnese para
decorar su palacio. En la gran galería del palacio Farnese
desarrolla un programa iconográfico, que significa de un modo didáctico cómo la
embriaguez engendra deseos impuros contrapuestos al amor divino. Como triunfo
de éste, preside Baco, que produce en Ariadna un estado contemplativo y a sus
lados aparecen el amor humano, activo y el voluptuoso o bestial.
El tema mitológico y su
carga didáctica son el pretexto para realizar de forma sensual y lleno de
alegría un canto a las excelencias de la voluptuosidad.
Sus últimas obras,
especialmente La huida a Egipto y El entierro de Cristo en la Capilla
Aldobrandini suponen el principio del paisaje barroco clasicista, que ordena de
una forma racional los elementos de la realidad.
Seguidor de Carracci fue
Gui
do Reni, que incorpora a su pintura unas luces con claroscuros influenciadas por Caravaggio : Hipomenes y Atalanta.
La corriente clasicista
enlazó con el Neoclasicismo ya en el siglo XVIII.
Hay una tercera corriente
que el el barroco triunfal y decorativo que crea una escenografía teatral en la
arquitectura, creando efectos ilusionistas.
En frescos de paredes y
cúpulas, en los que la luz natural y los colores claros aumentan la
luminosidad, los cielos abiertos, las nubes y las arquitecturas fingidas con
múltiples escorzos , representan la apoteosis celeste o terrenal.
Su representante es Pietro da Cortona (1596-1669) y su obra
más significativa es la decoración del Palacio Barberini.
También destacan pintores
como Gaulli que pinta los techos de la nave principal del Gesú y Andrea Pozzo , con la Iglesia con la
cúpula de San Ignacio en Roma.
A finales de siglo aparece
Lucca Giordano, que resume toda la
experiencia de la pintura decorativa de techos del siglo XVII y pinta espectaculares
composiciones para iglesias y palacios. Sus viajes por Europa le llevaron a
pintar los frescos de la iglesia de San
Lorenzo del Escorial, la sacristía de la Catedral de Toledo y del casón del
Buen Retiro.
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